El arquitecto romano Vitrubio (siglo I a. de C.) escribió un tratado titulado Los diez libros de la Arquitectura, en el cual establecía tres características que debían reunir una obra arquitectónica: firmitas (solidez o estructura), utilitas (utilidad o funcionalidad) y venustas (belleza o estética). Podemos extrapolar perfectamente estos tres elementos aplicándolos en el campo de la luthería.
La sabia y correcta proporción de estos elementos determina también si a un violín lo podemos llegar a considerar más que un mero instrumento de música y acceder a la categoría de obra de arte, o nos resulta más o menos atractivo según nuestros ideales y cánones propios de belleza. A estos tres elementos se les podría añadir otro de fundamental: la creación.
De Architectura
Leído, copiado y citado y, en algunas ocasiones, también ilustrado durante la Edad Media, no será hasta el siglo XV, en el contexto de las nuevas interpretaciones del Humanismo, cuando los textos de Vitrubio sean estudiados desde una perspectiva diferente. El Renacimiento, en su retorno al Clasicismo antiguo de Grecia y Roma, toma al hombre como medida de todas las cosas. En la Arquitectura, Palladio (1508 – 1580) nos legó maravillosos ejemplos de belleza, buen gusto y proporción. En cuanto al dibujo y la pintura -entre muchas otras artes- Leonardo da Vinci (1452 – 1519) observó la naturaleza de las cosas y también estudió las proporciones del cuerpo humano: precisamente su dibujo conocido como el “hombre de Vitrubio” es hoy día un icono que representa la proporción humana como centro de referencia y medida.
De Luthería
No tenemos mucha información documental previa a Antonio Stradivari, pero seguramente recogió el relevo que le fue legado de la familia Amati, concretamente de Nicolò, que supo mantener la tradición que empezó el primero de la familia, Andrea Amati (1511-1580) el que hoy día consideramos el primero de todos los luthieres sin ningún género de dudas.
Hay un antes y un después de Andrea.Antonio Stradivari es conocido como un luthier riguroso, con una sólida formación y una longeva trayectoria profesional impecable. Antes de trabajar en la luthería, Antonio Stradivari fue un gran dibujante y diseñador, como se puede apreciar en sus instrumentos con incrustaciones de bellos motivos ornamentales. Por lo tanto, no debería extrañarnos su método de trabajo basado en el perfeccionamiento de las proporciones, la realización de plantillas y moldes razonados y perfectamente calculados. Es el canon de belleza, simetría y perfección.
No debe ser casual, por lo tanto, que Andrea Amati realizara instrumentos tan bien proporcionados, pues seguramente el ambiente de la época y las tendencias clasicistas le influenciaron al igual que los dos genios anteriormente citados, Palladio y Da Vinci, y a muchos otros también.
No debe ser casual, por lo tanto, que Andrea Amati realizara instrumentos tan bien proporcionados, pues seguramente el ambiente de la época y las tendencias clasicistas le influenciaron al igual que los dos genios anteriormente citados, Palladio y Da Vinci, y a muchos otros también.
Firmitas, utilitas, venustas
Tal como bien nos dice Vitrubio, también un violín debe cumplir con estos tres principios de forma rigurosa, aunque quizá actualmente se da más importancia a la belleza estética. Muchas de las simplezas atribuídas al misterio del sonido de los Stradivari provienen de intereses ocultos y de protagonismos mal entendidos por parte de quienes lo propagan. Precisamente el mérito, gloria y genio de Stradivari proviene del impresionante equilibrio entre los tres principios, todos llevados a cabo hasta las últimas consecuencias. La construcción y diseño fueron rigurosos y la prueba ya la aportó con el diseño de los violines con incrustaciones de su primer período. Con ellos su impacto entre los músicos de la época fue fulminante, dejando a su competencia muy atrás en la carrera por llegar a ser el mejor de entre los mejores. Su rigor le permitió mejorar a lo largo de su trayectoria profesional de forma que el denominado “período de oro”, de 1700 a 1737, cuando construyó los instrumentos más apreciados en cuanto a diseño y sonido, fueron los últimos de su existencia.
El trazado y diseño de las bóvedas en los instrumentos de Stradivari son de una perfección muy calculada, fruto de estudios que una vez materializados y puestos en práctica confirman el porqué de su fama ente la elite de la luthería. El cálculo de los gruesos más adecuados en cada zona de las tapas, fondos y aros junto con el saber escoger la madera adecuada nos permite gozar del sonido característico de estos instrumentos 300 años después de su construcción.
El Museo Stradivariano de Cremona
En él se exponen, ente muchas otras cosas, dos largas series de vitrinas que contienen planos, plantillas, moldes y algunas herramientas que, de forma poco o mucho evolucionada, sentaron las bases de muchas de las herramientas actuales. Algunos estudios señalan que en el taller de Stradivari se crearon muchas de ellas y que en aquel entonces eran lo que hoy llamaríamos tecnología punta, para trabajar con la máxima precisión y exigencia.
Expertos en luthería que han podido estudiar y examinar instrumentos de Stradivari, Guarneri y Amati han podido observar, a lo largo de muchos años, algunas marcas que, quizá en algún instrumento no resulten significativas, pero la misma marca, en el mismo sitio, en varios instrumentos, dan en qué pensar. Un ojo inexperto no se percata, pero varios luthieres estudiosos en la materia han podido constatar que las mencionadas marcas son antiguas trazas de herramientas, marcas de compases o puntos de referencia. Al relacionarlas con algunas herramientas de la época nos dan la certeza de que se trata de herramientas como las que se pueden contemplar en el Museo Stradivariano y que nos confirman que nada se dejaba a la improvisación.
Es después de una atenta visita entre esas cuatro paredes que se puede entender y apreciar perfectamente el genio y precisión de Stradivari: todo calculado, preparado, nada quedaba al azar.
Nada es casual
Vitrubio, Palladio, Da Vinci, Stradivari..., todos estos grandes genios anteriormente citados tienen en común una visión amplia, una formación sólida y completa, unos maestros que supieron transmitir sus mejores enseñanzas y sacar de sus alumnos lo mejor que llevan dentro, tenían una visión panorámica y profunda, superior a sus coetáneos.
Ellos fueron verdaderos creadores, sentaron bases, inspiraron a cientos y miles de seguidores y admiradores, se hicieron copias de sus realizaciones, consiguieron lo más difícil. Hoy día, cualquier estudiante de arquitectura, incluso arquitectos reputados, siguen admirando y estudiando los textos que hace 20 siglos nos legó Vitrubio. Las villas y palacios de Palladio son meta de auténticas peregrinaciones para admirar su proporción y estética. Ricardo Bofill, uno de nuestros arquitectos de mayor proyección internacional, todavía en activo, tiene una fortísima influencia clasicista en sus construcciones, aunando tradición y modernidad. De Leonardo Da Vinci podemos admirar múltiples disciplinas que hoy día son fuente de inspiración y admiración a partes iguales: desde su sfumato en la Gioconda con su enigmática sonrisa hasta el diseño de lo que se puede considerar la primera bicicleta o la primera ala delta, tras el sueño de todo hombre de tener alas y volar.
El dominio del medio y de los materiales es básico, así como el de las herramientas para trabajarlos. El criterio para escoger el material más adecuado de entre todos, cómo preparar las herramientas, pero sobre todo insistir en la preparación del trabajo: dibujo, cálculo, medida, todo está previamente dentro de la cabeza del artista, nada es azar.
El dominio del medio y de los materiales es básico, así como el de las herramientas para trabajarlos. El criterio para escoger el material más adecuado de entre todos, cómo preparar las herramientas, pero sobre todo insistir en la preparación del trabajo: dibujo, cálculo, medida, todo está previamente dentro de la cabeza del artista, nada es azar.
Creación o recreación
Estas obras de arte han llegado a ser verdaderos iconos entre nosotros, llegando incluso a la parodia y a lo grotesco: pensemos por un momento cuántos carteles y camisetas se habrán impreso con el dibujo de “el hombre de Vitrubio”, de Leonardo o de la mismísima Gioconda. En cuanto a Stradivari, cientos de miles de violines salidos de los talleres de Mirecourt, Markneukirchen y hoy día en China, han sido realizados a copia de sus instrumentos. Hasta el mismísimo Jean Baptiste Vuillaume, todo un artista y genio por sí mismo, realizó espléndidas copias basadas en Stradivari.
La lutheria clásica llegó a su cenit entre 1700 y 1750. Posteriormente llegó el declive progresivo tras la muerte de los grandes maestros, tanto cremoneses como del resto de Italia: Stradivari, Guarneri Amati, Ruggeri Guadagnini, Montagnana, etc. Durante el siglo XIX, aunque también hubo grandes luthieres, estos fueron a remolque de los genios anteriores. Se primó más la cantidad y la inmediatez que la calidad, con lo que se perdió la tradición del saber hacer, tanto en los barnices como en el diseño propio. En este siglo, la producción viene marcada por las copias de los grandes maestros del XVIII. Esto ocasionó que se dejara de crear y diseñar para pasar a copiar e imitar.
Un nuevo renacimiento o el regreso al origen
En pleno siglo XXI hay una nueva corriente dentro de la lutheria que persigue el retorno al origen, es decir, dejar de copiar un modelo ya hecho, dejar de comprar los planos que se comercializan indicando los gruesos a aplicar y suministran los dibujos ya hechos de las plantillas y moldes. Se pretende motivar la creación e intentar aportar algo más a lo realizado durante 300 años.
A raíz de este replanteamiento han aparecido algunos libros muy interesantes que ayudan a entender la idea, además de dar pautas para realizar el propio diseño: el Traité de lutherie de François Denis y Le violon et le nombre d’or, de Eric Brook y André Degrotte. En ambos libros se realiza un estudio de la geometría de los antiguos maestros italianos del XVII y XVIII como punto de partida de la creación del diseño del propio modelo actual. El punto de llegada, y ahí está lo más difícil, es lograr evolucionar el modelo de violín que se ha ido copiando e imitando desde hace 300 años para, no sólo aportar algo nuevo, sino mejorar el rendimiento sonoro y cualitativo. Por el momento no se ha realizado ningún hallazgo significativo, pero es una señal muy evidente el que, no uno, sino cada vez más luthieres consideren que llegó la hora de dejar de copiar e imitar y que ahora es el momento de volver a pasar a crear e innovar.
El espíritu del Renacimiento fijó sus cánones en los antiguos clásicos, considerando que desde entonces algo se había perdido por el camino. Con este punto de partida, los artistas de esa época nos legaron obras maestras en todos los campos del arte que aún hoy día admiramos y copiamos hasta la saciedad. El tiempo nos dirá si este grupo actual de luthieres, fijándose en el espíritu y filosofía del Renacimiento -y el nacimiento de la luthería del siglo XVIII como referente a retomar- logran dar un paso de gigante en la evolución de este apasionante arte.
Jordi Pinto
CASA PARRAMON
luthiers des de 1897
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